Como se ha mostrado en nuestras últimas publicaciones que tratan sobre los aspectos de la guerra psicológica del coronacirco, el plan que se oculta en esta crisis manufacturada es más profundo que el mero deseo de Bill Gates de inocular al mundo.
Hay un aspecto que no hemos tocado aún, el aspecto simbólico y esotérico. Lo haremos lentamente, ya que es un tema sensible; esta publicación solo ofrece un vistazo dentro de eso. También propondremos un argumento moral intentando responder la pregunta: ¿qué es lo que se debería hacer en caso de una verdadera pandemia?
Actualmente en muchos lugares el uso de mascarillas es obligatorio. En Alemania, debes llevarla puesta antes de entrar a una tienda o usar el transporte público. En varios estados de Estados Unidos, también son obligatorias. Ahora mismo, más de 30 países obligan a la población a usarlas.
Al mismo tiempo, nos bombardean con información contradictoria. Por una parte, la OMS advierte que “el uso extendido de mascarillas por personas saludables en la comunidad no es respaldado por evidencia actual y conlleva incertidumbres y riesgos críticos” (PDF). Por otra parte, Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos dicen que deberíamos utilizar “cubiertas faciales de tela creadas con objetos del hogar” (archivo). Los estudios muestran que dichas cubiertas faciales en el mejor de los casos son inservibles, y que en el peor de los casos son contraproducentes (archivo 1, archivo 2).
Los lectores que están familiarizados con nuestras publicaciones sobre guerra psicológica entenderán estas contradicciones inmediatamente, y la razón principal detrás del uso obligatorio de las mascarillas; enfurecerá a muchas personas. Durante la pandemia de 1918, la mascarilla fue la medida mayormente rechazada por el público en general; inclusive, San Francisco vio la creación de una alianza anti-mascarillas, así como protestas y desobediencia civil en contra de dicha norma. Ten en cuenta que nada más y nada menos que el Foro Económico Mundial está asegurándose de que estemos al tanto de esto (archivo 1, archivo 2).
La Mascarilla como un Símbolo
El link del artículo del Foro Económico Mundial que colocamos anteriormente concluye con esta oración:
Si surgiera una resistencia masiva a la mascarilla en los meses siguientes, sería interesante ver si los nuevos estudios producirán algún hallazgo útil sobre fobias relacionadas con el cubrimiento de la cara.
Esta es nuestra opinión: los barbáricos planificadores centralistas conocen perfectamente los mecanismos inconscientes que están siendo utilizados. Ellos saben perfectamente bien por qué la gente las rechazará incluso más que las cuarentenas y los confinamientos.
Para entenderlo, escribe “censura” en las Imágenes de Google y mira qué tipo de ilustraciones aparecen predominantemente.
Las cubiertas bucales obligatorias están asociadas de manera inconsciente y universal con la mordaza. A su vez, eso es un símbolo de la opresión a la expresión; por eso es que se dice “ley de la mordaza”. Adicionalmente, esa es la razón por la cual los testaferros se rehúsan de manera ostensible a “enmascararse” (archivo): nosotros tenemos la mordaza, ellos no.
Estas asociaciones inconscientes son extremadamente fuertes. Las mordazas son un símbolo de subordinación y dominación; son sumamente humillantes (y en efecto son populares en las prácticas sexuales BDSM). Es por eso que la gente las rechaza tanto; y por eso es que nos están obligando a usarlas alrededor del mundo.
La mayoría no pone en duda que los bárbaros inútiles detrás de este circo están gozando; ellos creen que están siendo sutiles. Esto también implica la imposición de sus símbolos sobre nosotros. La interpretación esotérica de las mordazas obligatorias está relacionada con la simbología del silencio, eso es tan antiguo como el ocultismo en sí (esotérico significa “dentro del círculo”, ocultismo significa “escondido de la vista”). La idea es hacer que la gente utilice y adopte su simbología inconscientemente como un recordatorio de quién los está controlando detrás de escena.
Una Solución Moral
Nadie aboga por matar a todos los que están infectados con VIH o Ebola; ¿pero por qué? Presuntamente, son enfermedades contagiosas y mortales; y la eliminación de todos los portadores reduciría su propagación. Obviamente la respuesta es que sería moralmente incorrecto. Así que la moralidad en efecto sí existe. Pero entonces ¿cuál es el límite, la línea roja? ¿Qué es aceptable, y qué no lo es?
Pongamos a un lado por un momento lo que sabemos sobre el coronacirco, e imaginemos que nos estamos enfrentando a una verdadera pandemia. Imaginemos incluso que se comprueba que las mascarillas, los confinamientos, las cuarentenas, el rastreo, el seguimiento, entre otras restricciones sí ayudan.
¿No se justificaría entonces la coerción y la violencia gubernamental? La respuesta es un resonante, vehemente y perentorio: ¡NO!
La manera más fácil de abordar esto es mediante la contradicción. Ciertamente, la típica justificación para tales medidas es que vivimos en una democracia, y que por lo tanto el interés colectivo sustituye al individual. En otras palabras, si una mayoría de personas está a favor de estas medidas, por definición estarán justificadas. Cuando abordamos al argumento de esta manera estamos aceptando el axioma “la democracia es buena” y “la democracia es mejor que la tiranía en términos morales”.
Así que ahora simplemente necesitamos demostrar que la coerción es incompatible con la democracia. Para hacerlo, necesitamos falsificar la idea de que la democracia se puede reducir al gobierno de la muchedumbre (sufragio universal); necesitamos demostrar que una mayoría no puede imponer su voluntad sobre una minoría. Nosotros entendemos que eso es lo que terminó significando desafortunadamente; también sabemos que los padres fundadores de los Estados Unidos nunca utilizaron el término democracia, fueron precavidos en cuanto a ese riesgo. Aún así podemos demostrar que la definición es incorrecta.
La palabra democracia, en el sentido estricto, significa la gente (demos) en el poder (kratia). O, en otras palabras, la gente está por encima del Estado, en otras palabras, el Estado trabaja para la gente, es el subordinado de ellos.
Pero si la gente tiene el poder, aparece una pregunta práctica. ¿De dónde saca el gobierno la autoridad para, por ejemplo, controlar los tipos de plantas que puedo ingerir?
Yo personalmente no tengo el derecho de impedir forzosamente que otro adulto ingiera plantas que me desagradan (o que me parecen peligrosas). Ni nadie tiene ese poder sobre mí. ¿Entonces de dónde obtiene el Estado ese derecho? ¿Quién pudo haberle otorgado esa prerrogativa, si nadie la posee? ¿Si ningún votante tiene el derecho de realizar los motivos por los cuales vota, tiene significado votar?
Ahondemos un poco en esta noción, y usemos una simple analogía para explicar fácilmente lo que implica la (verdadera) democracia.
Imagina que cinco vecinos toman una decisión, se ponen de acuerdo y emplean a un guardia de seguridad. El guardia vigila todas las casas de sus jefes mientras ellos atienden sus negocios.
Este guardia puede atrapar, arrestar, o perseguir a un intruso/ladrón, ya que cada uno de sus jefes le ha delegado su propio derecho natural e individual de hacerlo. Sin embargo, el guardia no podrá entrar en la casa de uno de sus jefes para reorganizar los muebles (o saquear su nevera), incluso si los otros cuatro le instruyeron hacerlo. Ciertamente, ellos no tienen ese derecho, y por lo tanto no habrían podido concedérselo al guardia.
Tú le puedes dar al guardia una estrellita, decirle que se ponga un disfraz, y llamarlo “el alguacil” – pero él aún trabaja para ti, su único poder es cualquier poder que tú tengas – y puedas – delegarle en primer lugar.
Los reyes de la edad media, en su defensa, tenían una ideología política coherente: la autoridad de gobernar a otros se las otorgó Dios. Los sujetos feudales no son dueños de sus cuerpos, sus vidas, y sus trabajos: los soberanos sí. Pero esta línea de pensamiento es obsoleta; se supone que vivimos en una democracia; el Estado deriva su poder del Pueblo. Por lo tanto, no puede tener ningún poder que el pueblo no tenga.
Entonces, si ningún “civil” tiene el poder de obligarme a usar una tela en la cara, ningún agente del Estado que lleve puesto un disfraz puede tener este poder, sin importar la cantidad de parafernalia gubernamental que cuelgue de su atuendo.
Refutaciones Tentativas
Este entendimiento, en el que la democracia es verdaderamente igual a la libertad individual, conlleva repercusiones profundas. Por lo tanto, a veces produce una oposición fuerte. A continuación se mostrarán refutaciones tentativas comunes, con sus respectivas respuestas (en nuestra opinión).
Si el Estado no puede usar la coerción, las pandemias podrían matar a innumerables personas. ¿Qué deberíamos hacer entonces?
La respuesta es la responsabilidad individual. Forzar a todo el mundo a quedarse en casa para que aquellos que no quieren quedarse en casa puedan salir de manera segura no tiene ningún sentido. Si le tienes miedo a los truenos, no salgas cuando haya una tormenta; si le tienes miedo a las garrapatas, no camines por pasto alto; si tienes miedo de que otros te infecten, evita a los otros. Aíslate.
¿Y qué hay de las carreteras? ¡LAS CARRETERAS! Si los individuos deben ser respetados, si el gobierno no puede iniciar violencia contra ellos, ¡no tendríamos carreteras!
Eso se conoce comúnmente como el argumento del dueño de esclavos: “pero sin esclavitud, ¿cómo recogeremos el algodón? “. La respuesta apropiada es renunciar al algodón; emancipar a los esclavos en primer lugar, y en segundo lugar descifrar cómo recoger algodón. La posición moral anti-esclavitud sustituye la consideración práctica del conocimiento sobre cómo se recoge el algodón. Así como encontramos la manera de recoger algodón sin esclavos, seguramente también encontraremos la manera de construir carreteras en democracia. Y en caso de que no pudiéramos, que así sea, podemos caminar.
¿Y qué hay del matrimonio gay? ¿Los transgéneros? ¿El aborto? Necesitamos un Estado inteligente para protegernos de las hordas ignorantes.
A través de la geografía y la historia; el abusador, esclavizador, colonizador, y asesino en masa número uno es por mucho, el Estado. El democidio (una palabra que raramente se escucha, muerte por un gobierno) es la causa #1 de muerte no natural en todos los siglos. Nada más en el siglo 20 representa más de 250 millones de muertes (sin contar a los soldados que murieron en guerra).
Además, la discriminación en el contexto de los derechos civiles significa, y siempre ha significado, discriminación de parte del Estado. La igualdad es igualdad ante la ley.
Si el Estado solo posee poderes que pudieron haber sido delegados al mismo, entonces este no puede discriminar; ni tampoco abusar, esclavizar o matar a nadie.
En una democracia adecuada, el Estado sería completamente agnóstico y neutral en cuanto a los “problemas de las minorías”. Los hombres tendrían la completa libertad de amputar sus testículos y llamarse a sí mismos mujeres, así como cualquiera tendría la libertad de afirmar que es un velociraptor. El gobierno no estaría involucrado en la consagración de uniones, así que los matrimonios del mismo sexo definitivamente serían posibles. Ni los embarazos ni las vacunas podrían ser obligatorios para nadie, ya que todos son dueños de su propio cuerpo.
¿Y qué hay sobre los impuestos forzados? Debe haber una redistribución de riquezas para los desafortunados.
La solidaridad es una virtud. Cada ser humano moral debería, en la medida de sus posibilidades, ayudar a personas necesitadas. Las comunidades voluntarias y los pactos sociales son en efecto, justos.
Entonces la respuesta es la descentralización radical y los gobiernos locales: permitir que la gente forme, se una y abandone comunidades libremente. En una sociedad libre, tenemos la libertad de formar o unirnos a cualquier sistema, siempre y cuando lo impongamos a nosotros mismos y a nadie más.
Conclusión
En esta publicación hemos comenzado a abordar dos temas congruentes que pensamos que son importantes cuando hablamos sobre el coronacirco. Primero, sus aspectos simbólicos y esotéricos, ya que juegan un papel importante en la manipulación y el control mental. Segundo, la filosofía de la libertad, ya que en realidad eso es lo que tienen en la mira.
Pero no hemos respondido una pregunta: ¿qué hacer con respecto a estas mascarillas? ¿Deberíamos obedecer?
Obviamente esa respuesta se deja a cada consciencia individual. Pero sí nos gustaría señalar algo: la desobediencia civil también puede ser realizada con buenas intenciones. En la gran tradición de Molière, quien se burló de los poderes barbáricos de su época en lugar de oponerse a ellos de manera beligerante, el humor contiene un gran poder.