Este artículo fue publicado el 14 de julio de 2020 en inglés. Muchas gracias a Diego que nos ha enviado esta traducción.
En 1978, un físico llamado John Archibald Wheeler propuso una serie de experimentos mentales denominados conjuntamente como «Experimento de elección retardada de Wheeler». En aquel entonces, no se disponía de ningún dispositivo para llevarlos a la práctica y ponerlos a prueba; aun así, Wheeler fue capaz de predecir el resultado de dichos experimentos.
El objetivo de Wheeler era de revitalizar la interpretación filosófica del misterio que supone el experimento de la doble rendija. Interpretación que enfrascó (célebremente) a Niels Bohr y Albert Einstein en una serie de debates públicos a la que Wheeler hace referencia en la introducción de su publicación.
La publicación de Wheeler de 1978 se titula «The ‘Past’ and the ‘Delayed-Choice’ Double-Slit Experiment» (“El pasado” y el “Experimento de Doble Luz Retardada”); aquí en su totalidad (en inglés) para nuestros más curiosos lectores (pp. 9-48). Antes de explicarla, leamos estos breves extractos citados a continuación.
Repasemos el razonamiento que lleva a esta inversión, a primera vista extraña, del orden normal del tiempo. Luego, aceptemos la lección general que se extrae de esta aparente inversión del tiempo: «Ningún fenómeno es un fenómeno hasta que sea un fenómeno observado». En otras palabras, no es una paradoja que elijamos lo que habrá de haber sucedido después de que «ya haya sucedido». No ha sucedido realmente, no es un fenómeno, hasta que sea un fenómeno observado. (p. 14)
Todavía no se ha realizado ninguno de los siete experimentos de elección retardada. Difícilmente puede haber uno que el estudiante de física no quisiera ver realizado. En ninguno hay justificación alguna para dudar de las predicciones obvias. (p. 40)
¿Significa este resultado que la elección presente influye en la dinámica pasada, contraviniendo toda formulación de causalidad? ¿O significa, a calcular pedantemente y a no hacer preguntas? Ni lo uno ni lo otro; la lección que se extrae se presenta más bien así: el pasado no tiene existencia sino como se registra en el presente. No tiene sentido hablar de lo que hacía el quantum de energía electromagnética salvo en la medida en que se observa o se puede calcular a partir de lo observado. En términos más generales, parece que nos vemos obligados a decir que ningún fenómeno es un fenómeno hasta que -por observación, o alguna combinación adecuada de teoría y observación- es un fenómeno observado. El universo no «existe, por fuera», independientemente de todos los actos de observación. Por el contrario, es en algún extraño sentido un universo participativo. (p. 41)
Lo que Wheeler está diciendo, en esencia, es que el universo no existe independientemente de nuestra observación del mismo. A través de sus experimentos, Wheeler hizo que se ahondara aún más el misterio del experimento de la doble rendija, introduciendo una «elección retardada». Kim et al., para consternación de los pedantes, dieron fin al asunto en 1999 al demostrar experimentalmente que las predicciones de Wheeler eran definitivamente correctas.
En pocas palabras: un fotón emitido por una estrella lejana que llega a la Tierra sin ser observado, en realidad nunca fue emitido en primer lugar; si por el contrario se le observa cuando llega a la Tierra, eso significa retroactivamente que fue emitido hace miles de millones de años.
Esto es lo que nos muestra la física experimental. Es tan contraintuitivo que desconcierta hasta el día de hoy a los más grandes científicos y filósofos. También sirve como prueba definitiva para identificar a los pedantes pseudocientíficos, los Il Dottore de este mundo, aquellos educados más allá de su inteligencia que no tienen nada que decir, pero lo dicen muy bien: afirmarán que lo entienden perfectamente y que no es nada de lo que asombrarse.
El Experimento de La Doble Rendija
Ya mucho se ha escrito sobre el experimento-origen, así que no ahondaremos en él. Si no estás familiarizado, aquí tienes un excelente ELI5 en forma de vídeo.
Ante la naturaleza contraintuitiva de estos resultados, Niels Bohr y Werner Heisenberg propusieron la Interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica, que sigue siendo la más enseñada. No es una interpretación filosófica propiamente dicha, sino que intenta explicar esas extrañas observaciones apoyándose en intuición y vocabulario «clásicos» (onda, partícula, interpretación estadística, etc.). En un artículo de 2017, el físico y premio Nobel Steven Weinberg afirmó que la interpretación de Copenhague «es en el presente considerada mayoritariamente como inaceptable» (archivo).
La verdad es que los intentos de explicar cómo las observaciones (y la teoría matemática) de la mecánica cuántica se corresponden con la realidad no han permitido, en casi un siglo, que se llegara a un consenso. Aunque la mecánica cuántica se ha sostenido frente a rigurosas y extremadamente precisas pruebas en una gama extraordinariamente amplia de experimentos, su interpretación en el mundo real sigue siendo tan esquiva como siempre.
Antecedentes filosóficos
Nada de lo que hemos escrito hasta ahora es controversial. Cambiemos.
Si los científicos, que trabajan todos bajo el mismo supuesto, no consiguen explicar sus resultados, eso debe significar que su supuesto común es erróneo. ¿Cuál es entonces este fundamental supuesto, paradigma y visión del mundo? En pocas palabras: el elemento fundamental del Universo es la materia. Y como tal, la consciencia es un subproducto de ella, es decir, es secretada por el cerebro físico.
Lo que esto significa es que el tan difícil problema de la consciencia se reduce a la noción de que las experiencias fenoménicas son el resultado de reacciones químicas o físicas dentro del cerebro; que la consciencia está totalmente «contenida» en el cerebro. Es fácil de comprender por qué esta suposición excluye completamente la idea de que la consciencia ejerza alguna vez alguna influencia sobre la materia exógena. La consciencia nunca «sale» del cerebro del observador, así que ¿cómo podría la consciencia del observador determinar el comportamiento de un fotón emitido por un láser?
Esta visión existencial del mundo, que suele llamarse materialismo filosófico, existe al menos desde los tiempos de Demócrito. Sin embargo, su prevalencia moderna se la debemos a Karl Marx y Friedrich Engels quienes correctamente entendieron que el colectivismo (es decir, el rechazo del derecho natural de los individuos a la vida) requiere que la consciencia (y la conciencia) sea necesariamente una «ilusión», un subproducto subjetivo del cerebro físico; por el contrario, si la consciencia es «real», es decir, si no es una mera secreción del cerebro, entonces el libre albedrío y la moral también son reales, es decir, tienen una cualidad absoluta, lo que contradiría los principios más fundamentales del materialismo filosófico.
Por cierto, fue por eso que los pensadores marxistas originales se abocaron tanto en tratar de fomentar su visión materialista del mundo. De hecho, siendo intelectualmente coherentes, se percataron de la imperiosidad de este supuesto para que no se desmoronara toda su teoría. Así, Engels desarrolló una filosofía «dialéctica materialista» de la naturaleza. Georgi Plejanov, el padre del marxismo ruso denominó esta visión del mundo «materialismo dialéctico«. Vladimir Ulianov (Lenin) desarrolló aún más estas ideas en su libro “Materialismo y empiriocriticismo”, donde relacionaba las concepciones políticas expuestas por sus oponentes con sus filosofías antimaterialistas.
Es ahí donde los marxistas tuvieron más éxito: convencer al mundo de este fundamental axioma filosófico materialista. Charles Darwin y Sigmund Freud se limitaron a basarse en las teorías del materialismo dialéctico e idearon, en sus respectivos campos, teorías que reforzaban tal visión subyacente al universo.
Los marxistas pudieron así relegar al principal competidor filosófico del materialismo, el idealismo, a las filas de la irracionalidad, la religión y la superstición. Siglos de trabajo filosófico, la herencia de Platón, Descartes, Leibniz, Kant, Schopenhauer y tantos otros cuyas obras habían dominado la filosofía hasta el siglo XIX, fueron rápidamente desechados.
Esto es, por supuesto, hasta la aparición de la mecánica cuántica que parecía exponer la falsedad del materialismo reduccionista y cuyos descubridores empezaron a reapropiarse de conceptos idealistas. Esto causó una resistencia clamorosa, muy notablemente por parte de Albert Einstein. El hecho de que este hombre plagiara la mayor parte de su trabajo a lumbreras como Poincaré, Hilbert, De Pretto, Maxwell, Lorentz y Boltzmann (como expuso Sir Edmund Whittaker), es un testimonio más de una conclusión más que hermosa: puede que la verdad permanezca ofuscada por mucho tiempo, pero al final resurge inevitablemente.
Como hombre que ha dedicado toda su vida a la ciencia más lúcida, al estudio de la materia, puedo decirles, como resultado de mis investigaciones acerca del átomo, lo siguiente: ¡la materia como tal no existe! Toda la materia se origina y existe sólo en virtud de una fuerza que hace vibrar las partículas de un átomo y mantiene unido este minúsculo sistema solar del átomo. […] Debemos suponer detrás de esta fuerza la existencia de un Espíritu consciente e inteligente. Este Espíritu es la matriz de toda la materia.*
Max Planck, Das Wesen der Materie [La naturaleza de la materia], discurso pronunciado en 1944 en Florencia, Italia. Fuente.
A pesar de que el materialismo ha sido efectivamente expuesto en su falsedad mediante la observación, la mayoría de los científicos contemporáneos siguen identificándose, más o menos conscientemente, con el filósofo de la muerte Karl Marx y el principal plagiador del siglo XX, Albert Einstein. Sin embargo y afortunadamente, esto está cambiando; los paradigmas, como se dice, no cambian porque los expertos cambien de opinión, sino que los viejos expertos mueren y los nuevos ocupan su lugar.
Nuevas Evidencias
Desde la aparición de la mecánica cuántica, muchos investigadores han acertadamente comprendido sus implicancias y han comenzado a investigar sobre la naturaleza de la consciencia de una manera más directa
Un popular ejemplo es el “Global Consciousness Project” (Proyecto de Consciencia Global) de Princeton. Integrado por un equipo internacional y multidisciplinar de científicos e ingenieros, estos investigadores recopilan continuamente datos de una red global de generadores de números aleatorios (RNG, por sus siglas en inglés) cuánticos situados en hasta 70 lugares del mundo que demuestran que cuando un gran acontecimiento sincroniza los sentimientos de millones de personas, esta red de RNGs experimenta una sutil estructuración cuya probabilidad de que tal efecto se deba al azar se calcula en una entre un billón. De hecho, las evidencias sugieren la existencia de una «noósfera», o un «campo unificado de consciencia» como el descrito por los sabios de diferentes culturas.
Otro ejemplo es el bioquímico de Cambridge Rupert Sheldrake. Sheldrake también lleva a cabo experimentos estadísticos sobre la naturaleza de la consciencia. Sus numerosos detractores, los pedantes de este mundo que identifican su trabajo con el «new age» o incluso como «pseudociencia», nunca han intentado siquiera contradecir sus resultados; se limitan a alegar incoherencias con sus propios principios (es decir, creencias) en genética, embriología, neurociencia y bioquímica. Esta es una excelente presentación (en inglés) del Dr. Sheldrake en GoogleTechTalks para que decidas por ti mismo. (archivo de vídeo 1, archivo 2).
Otra fuente rigurosa de conocimientos iconoclastas y heterodoxos es el Intitute of Noetic Sciences. Sus científicos y miembros son expertos en diversos campos, como la física, la biología molecular, la informática, la neurociencia, la psicofisiología y la investigación clínica; como grupo, han publicado más de 300 artículos científicos y han presentado sus hallazgos en cientos de conferencias a nivel internacional. Los experimentos del instituto son fascinantes y tratar de resumirlos aquí sería un crimen.
Implicancias Hermosas
A estas alturas ya nos queda claro que la consciencia no es una secreción cerebral, ya que esa teoría materialista ha sido efectivamente expuesta en su falsedad. Recordemos que basta apenas un resultado contradictorio para refutar cualquier teoría; y hay muchos.
Sin embargo, eso no significa que seamos capaces de describir perfectamente una teoría alternativa; al contrario, el nuevo conocimiento irá acompañado de más preguntas. Aun así, una buena analogía puede ser la de un campo, es decir, que la consciencia individual existe fuera del cráneo, y el cerebro sirve de algún modo como «transceptor», o «sintonizador» de la misma.
Desde ese punto de vista, los neurocientíficos modernos son comparables a los hombres de las cavernas quienes siendo desconocedores de los campos electromagnéticos cuando se les presenta un televisor, comienzan a manipular los componentes electrónicos de su interior y proclaman «¡Ajá! El presentador de las noticias se encuentra dentro del televisor, ya que soy capaz de modificar su aspecto dañando los circuitos!».
Esta nueva visión significa también que la conciencia no se extingue con la muerte del cuerpo físico, aunque todavía no sepamos bajo qué forma sobrevive exactamente; aun así, por sí misma, ésta es una visión estupenda. Significa que nuestro miedo a la muerte puede que, al fin y al cabo, sea irracional.
Si la consciencia no se puede reducir a la mera materia, eso significa también que el amor, la belleza, la melancolía, la inspiración, la intuición, la alegría, la empatía o nuestro gusto por la música son reales. Tienen una cualidad absoluta. No son ilusiones subjetivas y despreciables. No son artefactos evolutivos arcaicos. Del mismo modo, nuestra moral, nuestro sentido del bien y del mal, nuestra conciencia, no son sólo construcciones sociales. Es de hecho muy posible que existan leyes naturales en el ámbito del actuar humano, al igual que sabemos que existen en el ámbito de la materia física.
Ciertamente ahora se entiende por qué la teoría de la naturaleza humana de Marx aborrece tanto el idealismo. El marxismo sólo funciona si la naturaleza humana está dada por la totalidad de las relaciones sociales; no puede aceptar que sea permanente y universal. ¡Algo estupendo! ¡O sea, no somos meros trozos de carne evolucionados! ¡No tenemos que pasarnos la vida obnubilados tomando, apoderándonos, dominando y consumiendo! Hay algo más importante que la supervivencia del cuerpo físico.
Conclusión
El lema de este sitio web es «El mejor antídoto es la verdad». Pero, ¿qué es la verdad? ¿De qué puedo estar absolutamente seguro? Sólo hay una respuesta posible: Sé que soy. Esa es la única verdad absoluta. Es lo único que puedo demostrarme a mí mismo.
El resto es incierto. Y cuanto más aprendemos, más nos percatamos de lo incierto que es ese resto. Por ejemplo, sabemos que no podemos confiar en que nuestros sentidos nos pinten una imagen realista de nuestro mundo; un coche marrón no está hecho de partículas marrones (en realidad está hecho sobre todo de espacio vacío); la sensación de solidez que tiene es una función de las fuerzas electromagnéticas entre partículas distantes; su color es una traducción subjetiva de la longitud de onda de la luz cuando rebota en la carrocería; el ruido que hace es una traducción subjetiva de las ondas de presión del aire.
En otras palabras, nuestros sentidos funcionan muy bien para resumir, condensar y presentarnos la «realidad», pero no nos pintan una imagen exacta de ella. Así que, si la única verdad de la que puedo estar seguro es que soy, la pregunta siguiente naturalmente deviene en «¿quién soy?«, o «¿qué soy?«. Más prosaicamente, tal pregunta puede traducirse como «¿qué es la consciencia?«.
A pesar de no poder responder de forma definitiva, sí podemos decir lo que no es. Fiándonos de nuestra mente, y analizando las evidencias como hemos intentado hacer en este post, llegamos a la conclusión de que la consciencia no es un subproducto de la materia. La conciencia existe de forma absoluta, mientras que la materia existe de forma relativa. El elemento fundamental del Universo es la consciencia.
Hemos presentado una importante introducción a este tema. Sin embargo, para comprender verdaderamente la consciencia, debemos ir más allá. No deberíamos pasar de un sistema de creencias (por ejemplo, el materialismo) a otro (por ejemplo, el abracadabra del “new age”). ¿Podemos de fácil modo experimentar con la consciencia nosotros mismos así como fácilmente experimentamos con la materia a través de nuestros sentidos?
La respuesta a esta pregunta es sí. No hay que aprender nada nuevo. Es desconcertante lo fácil que es. La dificultad estriba en ponerlo en palabras; eso es lo que intentaremos hacer en los próximos posts.
* Traducción del traductor del presente artículo del texto en inglés del mismo.
Aquí está la parte 2